Los desafíos del gobierno del Pacto Histórico en Colombia
Por Oto Higuita/ Foto: MH Muñoz
Los desafíos que tendrá que enfrentar el primer gobierno del Pacto Histórico son inmensos. Entre ellos están, (1) cómo enfrentar la oposición de derecha; (2) parar la guerra y avanzar en la llamada paz total, es decir, cumplir los acuerdos de paz de la Habana, 2016, entre el Estado colombiano y las FARC, establecer acuerdos con el ELN, las disidencias de las FARC y el EPL, y además de someter al paramilitarismo y reorientar la lucha contra el narcotráfico; (3) hacer las reformas tributaria, de las FF.AA., la policía y el ESMAD para pagar la deuda histórica con los nadies; (4) un gabinete ministerial y altos cargos del Estado para la gobernanza que aborde tanto asuntos del orden nacional, como internacional; y, (5) establecer las condiciones para el enfrentar el cambio climático y la transición energética.
Se haría muy largo abordarlos todos en un solo artículo, por eso se tratará cada uno por separado.
¿Cómo enfrentar la oposición de derecha desplazada del poder político?
El gobierno del Pacto Histórico y la alianza policlasista (burguesía bipartidista, clase media y precariado) de Gustavo Petro y Francia Márquez que se posicionó el 7 de agosto, está dando sus primeros pasos en una dirección que, por ahora, se estima correcta, con el fin de avanzar en la gigantesca tarea de cambiar las condiciones de miseria y pobreza de millones, acabar la guerra (paz total), distribuir mejor la riqueza (reforma tributaria) y democratizar la sociedad (reforma a las FF.AA., desmontar el ESMAD).
La oposición de derecha que va a enfrentar apenas se está levantando de la derrota sufrida en las urnas el pasado 19 de junio, cuando más de 11,3 millones de votantes eligieron al primer presidente no oligárquico y a la primera vicepresidenta afrodescendiente de origen popular y raizal.
El reñido triunfo electoral rompió la larga tradición histórica de gobiernos oligárquicos que llevaron a la nación a una crisis social y económica caracterizada por la extrema pobreza y miseria; los crímenes de Estado; el incumplimiento del acuerdo de paz y, por consiguiente, la continuación del conflicto armado interno.
Los oligárquicos fueron gobiernos que se saltaron la Constitución y no tuvieron reparo moral ni ético en aliarse con el narcotráfico para apoderarse del Estado y sus instituciones, continuar el exterminio sistemático de lideres sociales y la oposición política de izquierda, como la forma más “exitosa” de mantener su dominio de clase.
Al movimiento social y popular que ha luchado desde la oposición por un cambio que ponga fin a los gobiernos del vasallaje más largo del continente, le ha costado entender cuál es su papel y accionar frente al primer gobierno popular que acaba de elegir. El nuevo escenario político al que se enfrenta el movimiento popular, lo cogió con los calzones abajo. Lo cual significa entender, entre otros, cómo enfrentar la agresiva oposición de la derecha.
Parte del problema radica en que no se ha entendido lo que significa, por una lado, ejercer la oposición y, por el otro, ser gobierno. Sin embargo, se cuenta con un acumulado político de luchas muy rico, de triunfos y derrotas, en el que el principal sujeto del cambio, el movimiento social y popular, le ha acertado duros golpes (ganar las elecciones presidenciales y la movilización y el Paro Nacional de noviembre del 2019 que se desató con la reforma tributaria antipopular que presentó el gobierno de Iván Duque en abril del 2021, desencadenando un estallido social sin precedentes en la historia contemporánea) a un régimen que nunca vaciló en usar la violencia institucional para conservar el dominio de clase.
Al movimiento parlamentario-electoral que se movilizó por los votos para elegir un nuevo gobierno, le toca volver a asumir el rol del movimiento extraparlamentario, organizarse y activarse para poder asumir la movilización y lucha en las calles, una de las formas de lucha más contundentes y efectivas.
Si mengua la conciencia en las bases sociales y no se tiene claro esto, es muy probable que el nuevo gobierno se desplome como un castillo de naipes ante la violenta ofensiva y ataques que prepara la oposición. Ello podría ocurrir de no cuidar el vínculo y la articulación política con la base social que lo llevaron a ser gobierno, pues nadie más lo podrá defender ante cualquier ataque de la oposición de derecha para asfixiarlo, desgastarlo y derrocarlo.
Pasar de ser oposición de izquierda a ser la base popular de apoyo y defensa del gobierno del Pacto Histórico, no es un asunto cualquiera. Pues no se trata de convertirse en un coro de aplausos ni en un movimiento sumiso e incondicional del nuevo gobierno. Por el contrario, de lo que se trata es de asumir una postura crítica y autónoma como movimiento social y popular, de no permitir ser cooptado sin perder de vista que la meta es profundizar las reformas propuestas y avanzar hacia formas de gobierno que superen las enclenques alianzas partidistas y clasistas que abran el camino a otras formas de poder, que asuman la lucha contra el modelo capitalista y su nefasto impacto sobre la humanidad y la naturaleza. Y esa tarea histórica requiere ampliar y profundizar el proceso de formación y educación política de millones de ciudadanos.
En esa tarea gigante, el debate de ideas y las redes sociales, la movilización, el trabajo barrial, artístico, cultural, las asambleas locales y todas las formas de lucha que inventó el movimiento en su infinita creatividad, juegan un papel fundamental en la formación de la conciencia política frente a un escenario de lucha de clases como el que se está dando en Colombia.
Finalmente, es una tarea urgente conformar una red y articulación de organizaciones, líderes, activistas de base y movimientos de toda índole para la defensa en todos sus frentes de lo conquistado; pero también para presionar que las banderas por las que fue elegido el nuevo gobierno se cumplan; para apoyar decisiones que vayan en concordancia con las demandas que viene exigiendo el movimiento social y popular. Para que la defensa de lo conquistado no sea un simple coro de aplausos, sino un verdadero acto donde la digna rabia vuelva a ser la chispa del cambio de raíz y la marcha hacia adelante. Ello, como se ha afirmado, demanda una nueva forma de relacionamiento entre el movimiento social y las ciudadanías libres con el gobierno del cambio Histórico.