Viviendo la pesadilla de Orwell Reflexiones sobre Medellín

Hace poco reflexionábamos acerca del control social y de cómo cada vez más la ciudad que habito se ha vuelto un centro de cohesión social.

Es bien sabido por nosotros que el centralismo busca regular la condición humana tanto física como mentalmente hasta llegar al control total del comportamiento, y para esto se vale del poder de cualquier herramienta a su alcance, ya sea tecnológica o mediática.

Mencionamos a George Orwell con su novela de ciencia ficción “1984” y decíamos que los poderosos y sus defensores se han tomado decidido llevar a cabo muchas de las maneras de vigilancia, control, lobotomización (incisión quirúrgica de los dispositivos de control en el lóbulo de un órgano o de una glándula) y manipulación de la sociedad, como si aquel texto de Orwell fuese su biblia para la dominación.

Tomemos como primer factor la vigilancia y la localización del individuo, y damos por sentado que cada vez estamos más jodidos. Últimamente en el plan de seguridad ciudadana han decidido aumentar el control de circulación llenando la ciudad de cámaras en casi un 200%, ya que caminándola es bastante notorio que se siembran más postes de vigilancia que árboles. Mientras anteriormente encontrábamos solo cámaras en la zona central de la ciudad, ahora todas las entradas a la misma están altamente vigiladas; y si hacemos un paneo óptico de la ciudad nos damos cuenta de que somos vigilados en cada esquina, somos localizados en cualquier parte, tenemos cámaras hasta en nuestros hogares –o sino, miremos el computador o tengamos en cuenta que nuestros celulares son unos localizadores GPS-.

Además vivimos en una ciudad que brinda el mejor ejemplo del “importaculismo social” –una variante soterrada de lo que De Souza Santos llama fascismo social, debido a que prima es el dinero y el poder en un grandísimo sector de la sociedad, porque si vamos a los barrios periféricos, quizá no vamos a encontrar tantas cámaras, pero sí encontraremos al combo de jóvenes que controlan el barrio ya sea para el microtráfico de droga y/o sus conexiones bien conocidas con el paramilitarismo altamente activo en esta “Medellín violenta”. Pero tampoco debemos olvidar a los “vecinos de bien”, chismosos que son los informantes de muchos de estos combos.

Tampoco olvidemos el masivo reclutamiento de niños y jóvenes por parte de grupos estatales y paraestatales. Es bastante notorio que desde tempranas edades los jóvenes son reclutados por los combos paraestatales para el transporte de armas y drogas, para convertirlos en asesinos altamente calificados, pero no son estos los únicos que reclutan. Ahora es bastante notorio un grupo de minipolicias llamados La cívica juvenil, que en algunos casos reciben entrenamiento militar como denunció una habitante del oriente de la ciudad en unas jornadas contra el terrorismo de Estado en febrero de 2015. Sabemos que el entrenamiento es general en los múltiples grupos de la cívica juvenil en la ciudad. Estos son los miniespÍas que mantendrán el orden de la democracia a favor de los poderosos.

Ahora bien, contamos con la pantalla que nos vigila y que nos dice cómo vivir según las conveniencias del orden establecido, esta no tiene la imagen del poderoso “gran hermano”, pero sí nos bombardea con una gran cantidad de basura visual llena de anuncios publicitarios y de propaganda que convenga a los políticos de turno, sin dejar de mencionar la alienación por parte de los medios masivos de comunicación que se venden al mejor postor dejando de lado la objetividad.

Es inevitable darse cuenta de que vivimos en un estado policial y un orden paraestatal, solo es salir a las calles en los barrios y observar con detenimiento el contexto y se advierte que siempre hay quien vigile, ya sea el paraco, la cámara, o el patrullero de policía merodeando con la intención de darse cuenta quienes son los que se disgustan por la vigilancia y el control.

Por eso, ante tanta dominación: ¡cautela, sabotaje, desobediencia, conspiración y lucha, hasta destruir al gran hermano!.

Por: Penser feu

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