¿Ponerse en el lugar del otro?

o luchasmos o nos matan

Por Augusto Botia/ Fotos AMA

Este 9 de mayo (ayer cuando escribo esto) una avalancha de videos y fotos difundidos por los mismos protagonistas en medios digitales nos mostró en vivo cómo el dilema entre el derecho a la protesta de los indígenas del CRIC y el mismo derecho de los ciudadanos caleños que se declaran afectados por bloqueos a vías desembocó en indígenas baleados y daño o destrucción de algunos carros costosos.

 acaba

Aquí hay dos “empatías” posibles pero solo una resulta privilegiada por el gobierno nacional y por medios informativos como el diario El País. “Estamos secuestrados”, “Nos tienen aguantando hambre” se oye decir a los camisetas blancas mientras filman buses llenos de una otredad para ellos ajena: gente sudorosa apretujada en buses escalera junto a comida cosechada por ellos mismos. Luego de la mortal tremolina, el presidente ordena a la fuerza pública restablecer el sagrado derecho de los paquetes de supermercado a moverse y sugiere socarronamente a los indígenas irse de la ciudad.

 policías asesinos

Esta situación pone a prueba la premisa de que la violencia es la principal forma de la estúpidez ya que en la calle se supone que las clases medias y altas (en el supuesto de que los que dieron bala no fueron solo infiltrados) no tiene solo capacidad económica sino también moral e intelectual. Que la situación del país, que tienen universidad, dicen unos. Que no la están pasando tan mal, opinan algunos otros poco “empáticos”, que es como se le dice ahora a ponerse en los zapatos ajenos. Capacidad de usar la imaginación para identificarse con el sufrimiento ajeno le decimos otros, o compasión como le dicen en alguna filosofía oriental.

Precisamente, acá palpita lo que hay antes y por debajo de los balazos. Un proceso violento estructural, digamos, una cotidianidad que obliga a los subordinados a un trabajo constante: ponerse en la posición del dominante. Para entender esto, pensemos en las siguientes situaciones, nada inverosímiles.

Una mujer trata de complacer con palabras y actos a su pareja para evitar una agresión al final del día. Un analista político comenta el artículo de farándula donde el gran líder divaga sobre sus gustos culinarios o musicales. La organización de víctimas se reúne a hablar de las posibles causas por las cuales la institución pública cuya única misión es ayudarlos les niega sus derechos. Algún oficinista usa expresiones y gestos de sus jefes inmediatos, incluso a veces usa ropa similar a la de ellos y disfruta que sus superiores le llamen compañero. Una familia que comparte domicilio con otra familia supone que si ellos vivieran en un conjunto residencial se podrían sentir secuestrados al apenas poder moverse entre la piscina, el salón social, la zona de juegos infantiles, la terraza o algún lugar de su apartamento.

 capucho

Un proceso social fascista como el colombiano se sostiene en experiencias cotidianas asimétricas donde la comprensión del otro, la imaginación de la perspectiva ajena, está a cada instante siempre a cargo de los subordinados. Dominar implica no comprender al que está abajo. Ni el machista, ni el burócrata, ni el gran líder, ni la institución pública, ni el coordinador laboral, ni la familia acaudalada necesitan o quieren ponerse en el lugar del otro en su día a día. A pesar de lo que digan sus asesores de la relaciones públicas, no pensar en nadie más sino en nosotros es la meta silenciosa de este modelo de éxito. Este es el privilegio, para esto lucharon si es que su riqueza es fruto del mítico trabajo honesto, o para esto lucharon sus padres, si es que son de una élite rancia. Claro, el capitalismo permite comprar momentos en el rol dominante. La prostitución es el caso extremo en que se puede dominar a otro ser humano, así sea por el tiempo acordado, aunque en esta situación solo domine el poder del dinero cuya ley es nunca detenerse.

 nos estan matando

Así es que la estupidez de la violencia física, concreta, su carácter básico e irracional, ya está contenida en una vida diaria donde subordinación y dominación se esconden tras la muy común amabilidad hipócrita. El que opta por la acción violenta no necesita saber casi nada del otro, solo se debe trazar una línea, una frontera visible o invisible, y atacar cuando esta sea sobrepasada. Y eso hicieron los indígenas: creerse ciudadanos e ir a una ciudad.

La identificación imaginativa que se requiere para moverse como subordinado en una sociedad jerárquica y fascista de la que hablamos acá, no se parece mucho a una virtud divina, precisamente son los varones del Olimpo los que simplemente tomaron lo que deseaban. Zeus transformándose en cisne o lluvia de bitcoins es un engaño.

 muerte al estado

Es difícil saber ahora mismo qué tan posible es usar esta característica de la imaginación en contra de la dominación, a favor de la solidaridad, dado el llamado a la empatía que se oye en tantos memes con frecuencia como solución a la crisis de la que el paro nacional es síntoma. Pero difícilmente cambiará algo sin comprender la asimetría de la vida cotidiana, sin aceptar que eso que llamamos sistema existe a través de nuestras decisiones cotidianas. Tal vez si se asumen, por ejemplo, el lugar y la lucha de los indígenas los resultados sean diferentes, pero eso significaría vivir de un modo bastante distinto, para muchos utópico.

Estar atentos a estas energías subterráneas que, como el agua del subsuelo dan vida a la superficie, puede tener resultados muy atractivos desde un punto de vista antifascista. Y tal vez, el momento sea ahora mismo cuando el mundo digital pugna por unirse a la conciencia colectiva.

aquí se respira lucha